martes, 24 de noviembre de 2009


TOCA VALLEJO


TRIBUTO A MI DIFUNTO.

domingo, 8 de noviembre de 2009


ESTE JUEVES REPETIMOS EN LA ANGOSTA A LAS 21:00 hs.
VAMOSSSS!!!

lunes, 26 de octubre de 2009

No me queda otra. A mi edad, sólo queda recorrer el camino de la memoria. No distingo el
puente por el que la atraviezo. Pero sé que estoy ahi. Más a menudo todo el tiempo.
Supongo que es una buena frase. Aunque sería ilógico creer que al atravezarla, no estás
viviendo a tiempo real los minutos que escupen tus días.
a tu edad?
La reflexión de ambos puede ser distinta.
Pero estos segundos en silencio, son como la sensación de patada en el estómago que los hace
palidecer a los dos.
Ellos creen que las palabras sólo me atraviezan.
Todo porque soy un simple teléfono.
Lo mejor y lo peor
los hospitales y las cárceles
es lo peor
los manicomios
es lo peor
los áticos
es lo peor
los hoteluchos ruidosos
es lo peor
los recitales de poesía
los conciertos de rock
a beneficio de minusválidos
es lo peor
los funerales
las bodas
es lo peor
los desfiles
las pistas de patinaje
las orgías sexuales
es lo peor
la medianoche
las 3 de la madrugada
las 5:45 de la tarde
es lo peor
caer del cielo
los pelotones de ejecución
eso es lo mejor
pensar en la India
mirar los puestos de palomitas
ver al toro coger al matador
eso es lo mejor
las bombillas en cajas
un viejo perro escarbando
los cacahuetes en una bolsa de papel
eso es lo mejor
pulverizar cucarachas
un par de calcetines limpios
el valor natural que vence al talento natural
eso es lo mejor
de pie frente a los pelotones de ejecución
echar migas a las gaviotas
cortar tomate en rodajas
eso es lo mejor
alfombras con quemaduras de cigarrillos
grietas en las aceras
camareras todavía sensatas
eso es lo mejor
mis manos muertas
mi corazón muerto
silencio
adagio de rocas
el mundo en llamas
eso es lo mejor
para mí.

Charles Bukowski

lunes, 19 de octubre de 2009

Estimado Bernardo:
le escribo a fin de comunicarle que he recibido el paquete de esta semana.
Agradecerle tambien, como siempre, la confianza depositada en mi persona; a pesar de ello, me veo en la obligación de comunicarle la congoja con el resultado.
Comenzaré por transmitirle el pasmo desde el momento mismo en que mensajero me hizo entrega del atadijo en cuestión. Su tamaño era , como usted sabe, considerablemente distinto a los anteriores. Una caja de color castaño claro, con una indicación en grandes letras rojas que rezaba: frágil.
Mi estupefacción, se imaginará, fue aún mayor cuando dentro descubrí la pecera, y dentro de ésta, con aire de impasibilidad, al minúsculo pececito de colores.
Por si esto fuese poco, se adjuntaba con la misma, una bolsita de polvitos misteriosos.
Las instrucciones que, con tan minucioso trato se escarga de transmitirme, fueron cumplidas a rajatabla:
_ “vierta 3 veces al día la cantidad que se le sugiera hasta que se agote. Esperemos que acierte de chiripa el resultado”.
Fué entonces, cuando intenté obtener algún plus informativo por parte de Silvio, como así denominé al pececito: usted sabrá, hasta que no se le dá nombre al sujeto, no se lo puede depositar en la memoria.
Éste, caso omiso a mis pasmódicos gestos, se mantenía inmutable en el movimiento de ida y vuelta entre cascadita y coral.
Es por ello, que esa mañana no pude contener mi sorpresa cuando descubrí el estado denso de lo que fuese agua.
Un pecesito nadando en gelatina.
La lógica se despatarraba en la alfombra.
Me dí cuenta de que Silvio, mirándome fijo a los ojos, intentaba conservar una postura indolente, pero ya no iba y venía, sinó que giraba en sí mismo como pidiendome una explicación.
Tenía mis reservas ( se imaginará justificadas) acerca de la aplicación de los polvos, más aún basándome en el método indicado.
Sin embargo, tras un día sin hacerles uso, Silvio, dentro de una consistencia cada vez mayor, fruncía el ceño histérico.
Compredí entonces mi destino insalvable: yo era sólo un medio en el proceso, un punto de vista más... sin poder asumir las consecuencias porque se me planteaban impredecibles.
El tono gelatinoso, sin casi movimiento, hacía del pecesito una pequeñísima estatua de tonos difusos. Ya no podía llegarme su mirada.
Ayer terminó todo.
De forma leve al principio, convulso despúes, Silvio devoraba su medio.
Creí verlo ayer hacer equilibrio para no caer en sus propias trampas, sus propios mordiscos, que habian provocado un panorama agrietado, por decirlo asi.
Un socavón asfixiante.
Yo, como el eslabón ignorante.
Usted, con su programa.
Le transmito mi renuncia al método que tan útil me parecía.
Los cordeles en las biromes, los saltos de balsosas, todas esas técnicas que usted no me explicaba, pero que hacían que mi dependencia a su sistema fuese casi insalvable.
Todas las semanas esperando recibir sus instrucciones, para enviarle lo que procedo, sin tenerlo demasiado claro...pero con esa explusión de colofón.
Ya no puedo.
Veo a silvio en todas partes.
Siento el masticar viscoso.
Todo es más borroso, quizá pienso en los túneles que yo mismo excabo.

He pensado que lo único que se esperaba, era esto: ser el difunto de mi mismo.

Le ruego olvide el tema: ya no puedo dibujar pecesitos de colores.
El aire que se mete en mi nariz está viciado.
He llenado la bañera celeste.
Prometo terminar con la bolsa de polvitos.

lunes, 12 de octubre de 2009

Memoria pelusa

A Bruno, cada vez que se le enciende el piloto de la memoria, deja escapar por sus orejas pelusas.
A veces le resulta algo incómodo, sobre todo por su impotencia frente a los estornudos de marta.
A ella, le parecía una cuestion romántica, sobre todo al principio. Cuando se conocieron.
El le hablaba de sus cosas, su familia, sus patines rotos, su surtido bagley.
Se llenaba entonces todo de pelusilla verde, un verde como de agua, y atiborraban los ojos de lágrimas transparentes.
Cierto que cuando tomaban el café, en los atardeceres del parque, o cuando hablaban de cosas “serias”, no podían evitar pasar por alto el tema.
Las discuciones empezaron porque uno pensaba que eran producto del polvo que se acumula por ahí, y otro que pelitos que a menudo que se desprenden de lo viejo.
Al final concluían que las dos cosas, y había mate y nido.
Hacia tiempo que bruno no visitaba su pueblo: marta, despues de darle muchas vueltas, compro los billetes.
Al llegar comprendieron que eran simplemente pelusas de melocotón.

La memoria pelusa.
una pelusa es un nido.
Viaja en el aire,
se reconcilia
se devuelve a sí misma.
La memoria pelusa
se sabe huérfana de pullover,
de pelo de perro,
del sillón que la parió.
Como un pesebre díscolo
-tísito-
místico
que no se identifica con sus progenitores.
Concebida
dá vida
como auriga
en la posibilidad de ser otra cosa.
Instrucciones: deposítela en la palma de la mano, sóplele los tentáculos y devuélvala a corrientes
auroleadas.